Cuento

Creo que mi peor error fue escaparme aquella noche de mi casa.

Un amigo de mi novio organizaba una fiesta, y no me la podía perder por nada del mundo. Pero mi mamá no me dejaba ir, diciéndome que era muy lejos, que tenía que estudiar, etc, etc. Excusas de las madres. Así que lo mejor que se me ocurrió fue decirle que iba a lo de una amiga a pasar la noche. Primer error: mentir.

Llegué a la casa, pero no de mi amiga, sino de este chico. Al pararme en la entrada ya sentía algo raro, pero supuse que era que la mentira a mi mamá me ponía nerviosa y entré. Segundo error: no seguir mi instinto.

Había organizado una fiesta que se le fue de las manos. Mucha oscuridad, caras cansadas y música pesada había en el ambiente. 

Bum, bum, bum.


Esto no me gustaba para nada, o yo estaba muy consciente o todos muy drogados. Apareció una chica que entre los griteríos y saludos me dió un vaso, según ella, de cerveza. Tercer error: aceptar vasos de extraños.

Me terminé el vaso y me sentía muy mal, estaba mareada y me explotaba la cabeza. 


Bum, bum, bum.


Lo buscaba a mi novio para pedirle que nos vayamos, que no me sentía bien y tenía miedo. Había sido un error ir. Cuando finalmente lo encontré, sentí que el pánico se había apoderado de mi. Nunca lo había visto así, se me heló por completo la sangre.

Apoyado contra una pared, se encontraba completamente pálido. Tenía grandes ojeras, pero de sangre, y a medida que hablábamos se le iban haciendo más y más profundas, como si las venas de su cara se fueran explotando segundo a segundo. Él me decía que no era nada, un simple cansancio, pero yo no podía evitar estar preocupada y con muchísimo miedo.

“Por favor, amor, vayámonos, mirá cómo estás” le decía, “No seas exageradaaa, es un poco de sangre” me respondía de una forma bastante violenta. Era en vano hablar con él.

Fui en búsqueda de sus amigos para que me ayuden y que entre todos descubramos qué le estaba pasando. Pero cuando los vi, por mi cabeza pasaba solo un pensamiento: “no te desmayes”. Tenían en la cara lo mismo que Joaco -mi novio- en menor medida pero se les estaba creando en la cara los mismos círculos de sangre. Sus venas palpitaban debajo de sus ojos, y estos parecía que iban a explotar. Me bajaba la presión. 


¿Por qué vine? ¿Cómo voy a solucionar esto? ¿Llamo a alguien? ¿Tendría que pedir ayuda? 


Les pregunté si se habían dado cuenta de lo que tenían, y se me quedaron mirando sorprendidos, hasta que uno de ellos me respondió:


- ¿No te viste la cara?

En shock, fui corriendo al baño y apenas me vi en el espejo no lo podía creer. Por qué a mi… no, no, no… no me puede estar pasando esto. Estaba pálida, mis ojos sangraban, lloraba y más sangre brotaba de ellos. No podía parar. 

Grité. Grité como nunca en mi vida había gritado. Estaba desquiciada, sabía que me estaba muriendo y no podía hacer nada al respecto. ¿Qué tenía ese vaso? ¿Qué droga era? ¿Todos tomaron eso, y por esa razón estaban así? No entendía cómo todos mantenían la tranquilidad y yo no.

Me lavé la cara decidiendo salir y fingir, hacerles creer que todo estaba bien y que yo era una más de todos ellos. Me creyeron, hablaban y hablaban, mientras yo los observaba en completo silencio, sonriendo sin parpadear. 

Ni me gastaba en hablar, si nadie me escuchaba, nos estábamos muriendo y se lo tomaban a chiste. La angustia penetraba en mi garganta a más no poder, ya no sabía qué hacer para ayudarlos, para que reaccionen. Sentía cómo la sangre se resbalaba por mis mejillas, cada vez más sangre. A ellos los veía y sus venas iban explotando en sus caras, una por una. Hasta que todo empeoró.

Uno de ellos cayó al piso, primero pensé que se había desmayado, y que eso me daría la pauta para hacerlos entrar en razón a todos y nos iríamos. Pero no, lo miraron y siguieron hablando. Me arrodillé para tomarle la presión pero ya no tenía pulso. Comencé a hacerle RCP, pero era en vano, no reaccionaba. Una chica también se desplomó, y otra, hasta que todos poco a poco se iban derrumbando. Otros chicos se empezaron a tirar por las escaleras, todo era cada vez más caótico y de terror. Pero nadie gritaba, ni intentaba ayudar, todos estaban en silencio, lo único que se escuchaba eran los cuerpos cayendo. Yo no me podía levantar, seguía de rodillas mirando hacia el primer cuerpo.

No podía parar de llorar, balbuceaba palabras sin sentido, nunca había sentido ese tipo de miedo. Me iba a morir, y nadie iba a saber qué fue de mi, qué me pasó, no me iban a encontrar jamás.


- Resignate- escucho que me dicen- a todos nos va a tocar, a menos que te despiertes... ¡YA!

De repente estaba en mi cama, sonaba mi alarma para el comienzo de un nuevo día. Había sido todo una pesadilla.




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